"Recuerda el regreso a su casa después de su fiesta de bodas en 1974, con su esposa a su lado vestida de blanco. Sacó del bolsillo la llave de la entrada, la metió en la cerradura, y cuando giró la muñeca, sintió cómo la llave se partía en el interior de la cerradura. Recuerda que en la primavera de 1966, no mucho después de conocer a su esposa, se rompió una de las teclas del piano de ella: el Fa de la escala central. Aquel verano los dos viajaron a un sitio remoto en Maine y un día, cuando caminaban por un pueblo casi abandonado, llegaron a una sala de reuniones que no había sido usada durante años. Había vestigios de un club masculino: tocados hindúes, lista de nombres, restos de juergas de borrachos. La sala estaba sucia y vacía, a excepción de un piano vertical en un rincón. Su esposa comenzó a tocar (ella tocaba bien) y descubrió que todas las teclas funcionaban menos una: el Fa de la escala central. Quizás fue entonces cuando se dio cuenta de que el mundo seguiría eludiéndolo siempre”
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