La última línea de la primera novela de Jay McInerney nos asusta: «Debes aprenderlo todo de nuevo». El personaje habla consigo mismo en forma permanente y es que está narrada en segunda persona, lo que nos permite asistir a un permanente examen de conciencia. El desamor, los sueños literarios (y juveniles), la cocaína, la noche neoyorquina y la redacción de una revista literaria agobian a Tad Allagash, quien parece estar decidido a ser devorado por la gran ciudad. La producción está ambientada en la fase del capitalismo previa a la actual economía cibernética y enloquecida. Los especialistas aseguran que este texto es profundamente autobiográfico.
