Cuando un cuento me conmueve en los primeros tres o cuatro párrafos, suele suceder que posee un hilo enredado en algún punto de mi vida. Los cuentos que integran Taj Mahal de Deborah Eisenberg -tan cuidadosamente elegidos y traducidos por Federico Falco- son una invitación a la relectura. Seis cuentos; personajes en diversas búsquedas con una sensación de soledad que los atraviesa. Los tiempos se superponen, la trama se construye y deconstruye todo el tiempo obligando al lector a agudizar su foco de atención para identificar sus voces.
“Pero el nudo se deshizo y salí disparada hacia arriba, flotando un instante por fuera de la fuerza de gravedad, para después, enseguida, caer con todo mi peso sobre la silla, frente a mi cena. Las grietas se ramificaron con violencia a lo largo y a lo ancho de mi compostura y, a través de ellas, comenzó a drenar mi familia”. Del cuento “Tachar y seguir”.