Luces de neón, de Jay McInerney (Edhasa, 1986) es una de esas novelas que, si te preocupa y ocupa la literatura, (más allá de la preferencia literaria de cada uno), HAY QUE LEER. Lo más destacado y memorable del libro es que tiene un protagonista, que al mismo tiempo son dos: uno es el personaje principal como tal, y el otro, su propia conciencia. Esta conciencia es la que narra (como el Yo que vuelve del futuro o como representación de una neurosis galopante del protagonista que se autoexamina sin parar), aunque mejor sería decir LE narra al protagonista su propia aventura: el anhelo de ser escritor, el abandono de una mujer que no merecía, frustración por un trabajo detestable, mucha cocaína y clubes nocturnos neoyorquinos. Un ejercicio de metafísica literaria delicioso.
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