“Cuando la realidad supera la ficción”. Una frase que se escucha seguido y que en Frutos extraños se cumple a rajatabla. Como licenciado en Comunicación Social puedo dar fe de la pasión que genera el periodismo como de lo difícil que resulta cuando se quiere hacer bien. Eso sí: si sale bien, provoca una magia que es difícil de explicar. Todo esto Leila Guerriero lo deja en claro. Lo apasionante y difícil lo explica ella misma; lo de la magia lo hacen sus relatos.
Este libro en particular recopila algunas de sus muchas crónicas y suma exposiciones sobre el arte de escribir, un arte que ofrece muchas dudas y (casi) ninguna respuesta.
Los textos tienen una narración exquisita y hacen sentir el ambiente de cada historia como si estuviéramos allí. El ruido, el viento, los olores. Genera un efecto tan visual como el de una cámara, pese a usar solo tinta y papel.
¿Qué historias cuentan las crónicas? Un imitador de Freddie Mercury; un mago que es manco; el trabajo de antropólogos que identifican a víctimas de la dictadura argentina (e identificaron los restos del Che Guevara, también); un jugador de básquet que llegó a la NBA y hoy vive alejado en un minúsculo pueblo casi desierto; empresarios poderosos de la carne y de la soja; la intimidad de un ícono del rock argentino como Fito Páez. Las temáticas de las crónicas son muy variadas y por momentos parecieran salidas de Hollywood.
Muchas veces no coincido con Leila. En algunos momentos me sentí contrariado, como sintiendo que tenía que escribir algo que omitió o que expresó de otra forma. Y creo que eso también, aunque parezca raro, hace a lo grandioso de este libro.
Porque eso es la realidad: contradicción, incomodidad, preguntas sin respuesta y una sucesión de pasos inseguros.
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